Traemos una nueva entrega de Las otras joyas de la arquitectura. Hoy conoceremos la casa de las flores (1930-1932), obra de Secundino Zuazo.
Situada en el barrio de Argüelles, la casa de las flores se muestra al barrio de forma tranquila. Su esquina abierta a la calle Princesa presume ante sus vecinas con sus balcones, que, pronto, se llenaran de color con la primavera.
Estas viviendas supusieron un hito en la arquitectura racionalista de Madrid y durante años se convirtieron en ejemplo de numerosos estudiantes de arquitectura que paseaban desde la escuela, en Ciudad universitaria, al centro de la ciudad.

La ocupación de la manzana destaca frente al resto del ensanche por su carácter abierto. Un gran corredor verde preside en el eje y divide la manzana en dos bloques simétricos que a su vez contienen grandes patios en su interior. Esta distribución, que no ocupa apenas el 55% de la superficie, favorece la ventilación e iluminación de todas las viviendas. El corredor con una disposición norte-sur, además, ayuda a un soleamiento uniforme para todas ellas.
Las fachadas tienen caracteres totalmente diferentes. Zuazo entendía que las fachadas de la calle debían corresponderse a la ciudad y por ello las diseña con un ladrillo rojo y aparejo muy madrileño. En contraposición, e las fachadas interiores quedan revestidas en el corredor para dar protagonismo a los árboles.
Las viviendas en su interior presentan un gran número de tipologías que se maclan con extremo cuidado. Pero lo que más destaca es la versatilidad de la estructura interior y el nuevo concepto que establece de vestíbulo de entrada. Frente a la idea de estancia meramente de recepción, oscura y de paso, Zuazo crea un lugar amplio y luminoso que cada usuario ha adaptado a su modo de vida, desde despacho, quien trabaja en casa y no quiere que se acceda a la parte privada, hasta comedor, por su proximidad a la cocina.
En esta casa vivió el poeta Pablo Neruda que a menudo recibía en su casa a numerosas amistades como Lorca, Villa y Cernuda en las grandes tertulias que celebraba en el Madrid 1934.
Sobre el barrio de Argüelles y la casa de las flores, Neruda dejó algunos testimonios por escrito:



[…]
Yo vivía en un barrio
de Madrid, con campanas,
con relojes, con árboles.
Desde allí se veía
el rostro seco de Castilla
como un océano de cuero.
Mi casa era llamada
la casa de las flores,
porque por todas partes
estallaban geranios; era
una bella casa
con perros y chiquillos.
Raúl, ¿te acuerdas?
¿te acuerdas Rafael?
Federico, ¿te acuerdas
debajo de la tierra,
te acuerdas de mi casa
con balcones en donde
la luz de junio ahogaba flores en tu boca?
Hermano, hermano […]
Con la guerra, la casa de las flores, tan cercana al frente de batalla quedó muy dañada por los bombardeos. En 1937 Neruda, que había abandonado la casa un año antes, vuelve a Madrid y dejó el siguiente testimonio.
…quise ver de nuevo mi casa que había dejado intacta hacía cerca de una año… “, recuerda el poeta en sus memorias.
“Miguel Hernández, vestido de miliciano y con su fusil, consiguió una vagoneta […]
Subimos al quinto piso y abrimos con cierta emoción la puerta […] La metralla había derribado ventanas y trozos de pared […] Era imposible orientarse entre los escombros […] Aquel desorden era una puerta final que se cerraba en mi vida. Le dije a Miguel: -No quiero llevarme nada. -¿Nada? ¿Ni siquiera un libro? -Ni siquiera un libro – le respondí. Y regresamos con el furgón vacío.”
