Últimamente, cuando hago la ruta del Madrid Embrujado, he decidido introducir una canción maravillosa del maestro andaluz residente en la capital. Y es que, al escuchar la canción que se llama “A la sombra de un león” nos damos cuenta de que Madrid nace para que Sabina pueda escribir sobre ella. Nos encontramos con una balada espectacular, sencilla, preciosa y bien escrita y cantada por Ana Belén y Joaquín.
Una canción que nos habla de la oportunidad que ofrece la ciudad de Madrid ya que uno de los protagonistas viene prácticamente con lo puesto a ver si puede tener un mejor futuro. Nada más llegar, decide irse a la calle del Carmen, en pleno centro de la ciudad, para poder comprar un décimo de lotería en doña Manolita, quizá el lugar donde más suerte se reparte en toda España. Es un hecho que, una vez, que se conoce que ya se puede comprar lotería de Navidad, se empiezan a formar largas colas para intentar ser el afortunado premiado del Gordo.
Tras esta parada, seguramente que empezó a recorrer la Gran Vía para poder encontrarse de frente con la estatua de la diosa Cibeles. Este chico, cuyo nombre no se dice nunca, pero que podría ser cualquiera de nosotros, se enamora de la postura de la diosa, de su seguridad, de su saber estar y decide preguntarla (como muchos de nosotros hemos hecho) que si nos concede un baile e incluso si nos deja dormir junto a ella. La Cibeles es la diosa que representa a la Madre Tierra y siempre ha sido considerada como un símbolo de fertilidad desde el mundo griego. Al principio, esta fuente se colocó mirando a la otra importante fuente del Paseo del Prado, Neptuno.
Tras pedirle, por lo tanto, si podía bailar con ella, la Cibeles le agradece que haya llegado hasta ella y le deja que se quede entre sus brazos durante esa noche.
Le toca el turno para cantar a Joaquín Sabina. Pasamos por lo tanto de una voz melodiosa a una voz algo más rota que le da un nuevo punto de vista a la canción.
Parece que han pasado algunos meses desde que este hombre “con zapatos de payaso” llegara a Madrid. Resulta que alguien ha escapado de la cárcel de Ciempozuelos, parece ser que disfrazado de enfermero, acusado de haber robado en el Corte Inglés un anillo de pedida. Quizá después de haber pasado la noche junto a la diosa, subió la calle Alcalá hasta llegar a la calle Preciados y allí, posiblemente en la planta baja, se llevara consigo (sin pagar) un regalo para su amada.
Según dice Joaquín, ese anillo llegó al dedo de la diosa Cibeles pero, cuando llegó la Policía a arrestarle, ese anillo ya no estaba ahí sino que lo llevaba la novia (la futura mujer) del propio policía. ¡Qué pena debió de sentir la Cibeles cuando por fin pensaba que iba a tener a alguien que la quisiera! Tanta pena tenía que, de hecho, intentó zafarse de sus duros labios de mármol para evitar que no cogieran a su amado, que le dejaran siempre allí con ella.
Por supuesto, nadie la pudo escuchar, así que, impotente por no poder usar sus poderes mitológicos, no pudo evitar que se le escaparan unas lágrimas de sus ojos tristes. Al estar la Cibeles colocada en la Plaza que lleva su nombre, en una zona tan céntrica de la ciudad, estas lágrimas fueron vistas por un taxista y, al no creérselo, debió de seguir subiendo por la calle Alcalá sin dejar de mirar hacia atrás y finalmente chocó contra el Banco Central, edificio que hoy es sede del Instituto Cervantes.
En definitiva, es una canción que nos cuenta una historia que nunca se sabe si fue real o no, al estilo del compositor de Jaen. Sabina decide regalarle esta maravillosa letra a Ana Belén y ella decide incluirlo en su disco “A la sombra de un león”, de 1988. Años más tardes, Ana Belén y Joaquín empiezan a tocar juntos esta pieza en la gira “Mucho más que dos”, que es la ocasión en la que escuchamos juntos a las dos voces.
Quizá una de las actuaciones más bonitas y más especiales para el cantautor fue la que tuvo lugar dentro de otra gira (“Dos en la carretera”, de 2001) en la que, en la Plaza de Toros de las Ventas de Madrid ya que, tan solo unos meses antes, sufriría un infarto cerebral leve que le hizo entrar en una depresión terrible. En el vídeo de esa gira se puede ver a un Sabina un poco demacrado pero abierto al calor del público. Tras este concierto que acompañó a Ana Belén, Sabina estuvo alejado de los focos hasta que, al año siguiente, saca su disco más personal, llamado “Alivio de Luto”.
No obstante, la canción es digna de escucharse no una ni dos ni tres veces y, con los ojos cerrados, imaginémonos que bailamos junto a la diosa.